Ya no me da miedo “Marchar”

Como ciudadano colombiano, he sido testigo de cómo la palabra “marchar” solía evocar temor y aprensión en muchos de nosotros. Durante décadas, las calles de nuestro país fueron escenario de protestas marcadas por la violencia, la represión y el caos. Pero algo ha cambiado. Ya no siento ese miedo cuando escucho que se convoca a una marcha. Por el contrario, lo veo como un derecho legítimo y una herramienta poderosa para la expresión ciudadana.

En nuestra historia reciente, hemos sido testigos de un cambio de paradigma en la forma en que entendemos y participamos en las marchas. Lo que antes era visto con recelo y temor, ahora se ha transformado en una manifestación de unidad, resistencia y esperanza. Las marchas se han convertido en un espacio donde los ciudadanos pueden hacer escuchar sus voces, expresar sus preocupaciones y exigir cambios.

Este cambio de percepción no ha sido fortuito. Ha sido el resultado del sacrificio y la valentía de generaciones de colombianos que han salido a las calles a pesar de los riesgos, a pesar de la represión, a pesar del miedo. Han sido ellos quienes han demostrado que la marcha es una herramienta poderosa para la transformación social y política.

Hoy, cuando veo a mis conciudadanos marchando en las calles, ya no veo caos ni desorden, sino determinación y esperanza. Veo a personas de todas las edades y condiciones unidas por una causa común, luchando por un país más justo, más equitativo, más inclusivo.

Por supuesto, aún existen desafíos. Las marchas no siempre son perfectas y a veces pueden derivar en actos de violencia. Pero eso no debe opacar el valor y la importancia de la protesta pacífica. Al contrario, debemos seguir fortaleciendo nuestra capacidad para expresarnos de manera civilizada y constructiva, sin recurrir a la violencia ni al vandalismo.

En este sentido, es fundamental que las autoridades respeten y protejan el derecho a la protesta pacífica, garantizando la seguridad y el bienestar de los manifestantes. También es importante que como ciudadanos nos comprometamos a marchar de manera responsable, respetando los derechos de los demás y buscando siempre el diálogo y la negociación como vías para resolver nuestras diferencias.

En resumen, ya no me da miedo “marchar”. Al contrario, lo veo como un acto de valentía y compromiso con mi país y mi comunidad. Porque sé que cada vez que salimos a las calles a expresar nuestras preocupaciones y demandas, estamos contribuyendo a construir un país mejor para todos. Y eso, en definitiva, es algo que vale la pena celebrar y defender.

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